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“Las fiestas clandestinas de jóvenes y adolescentes son el fantasma de todo gobernante. En el marco de la pandemia y con los boliches cerrados, las fiestas clandestinas van en aumento. Durante el invierno fueron menores en frecuencia y cantidad, pero al llegar el verano todo cambió.
Y comienza la discusión mediática, política y social, si la responsabilidad la tiene el Estado, los propios jóvenes y adolescentes o sus padres en este último caso.
Evidentemente es un problema multicausal y su análisis y solución también lo es, pero hoy quiero detenerle en la franja etérea de la adolescencia (13 a 18 años) y que en breves líneas analicemos el mensaje que colectivamente se le brinda a los adolescentes y si en algo estamos fallando como sociedad.
Sin duda alguna, a los padres de los mayores de edad nada se les puede responsabilizar, pero, ¿qué sucede con los adolescentes? ¿Son ellos quienes no tienen conciencia social? ¿Deberían estar permitidas y reguladas las fiestas? ¿son sus padres quienes deben responder por ellos?
Uno de los errores está en cómo los estamos educando, porque mucho se les habla de sus derechos (que son y muy ciertos), pero poco sobre sus obligaciones y responsabilidades. Y ni los medios de comunicación, ni el Estado se encarga de dar el correcto mensaje: los derechos y responsabilidades son dos caras de una misma moneda.
Si el misiva se basa en sus “derechos” y “libertades” y nunca se acompañan con sus obligaciones y deberes, la ecuación no sirve y los padres carecen de autoridad y rol en una familia.
Los adolescentes pueden consentir una relación sexual; pueden escoger (de acuerdo a su edad) si van de vacaciones con sus padres o no; pueden hacerse un tatuaje sin el consentimiento de sus padres o hasta pueden practicarse un aborto. Siempre resaltamos derechos, derechos y más derechos. ¿Cuándo las obligaciones?
Vivimos en una sociedad donde sólo se ponderan los derechos.
Fiestas clandestinas, son un problema complejo a resolver, que nos muestra las diversas falencias de una sociedad”.
