“La ola de protestas que América Latina viene experimentando desde hace unos años llegó a Cuba.
Al igual que en los casos de Chile, Bolivia (con golpe incluido), Perú (con renuncias presidenciales incluidas), Ecuador y Colombia, las variables locales de cada caso se mezclan con los factores estructurales, que afectan por igual a toda la región.
¿Qué sucede en América Latina que la tensión social y la inestabilidad política se han transformado en moneda corriente? .
Como en todos los casos mencionados, la economía juega un rol fundamental aunque en la isla el escenario adquiere particularidades propias.
El resto de la región experimenta una frustración con el fin de la prosperidad de los commodities de principios del siglo XXI y un freno a la ampliación de las clases medias que había tenido lugar durante la ola de gobiernos de la “nueva izquierda” latinoamericana.
Por encima de eso, la pandemia fue un factor exógeno que golpeó a países con frágiles sistemas de salud, alta desigualdad y extendidas economías informales.
En Cuba, por el contrario, nunca ocurrió este proceso de crecimiento progresista. La situación económica de la isla siempre fue muy frágil, embargo incluido.
El sistema económico de planificación central y propiedad estatal ha probado ser muy ineficiente. Las reformas iniciadas por Raúl Castro no lograron reactivar la actividad.
El actual presidente Miguel Díaz-Canel lanzó en enero de 2021 la unificación tributaria y cambiaria, pero sólo ha reducido el salario real de los cubanos.
A las limitaciones de la economía cubana, se suman tres elementos. Uno que ya mencioné y dos geopolíticos.
El primero es la pandemia. La misma tuvo un efecto devastador en la isla, que tiene en el turismo su sector dinámico. Este último es, valga decirlo, uno de los sectores más golpeados mundialmente por la crisis sanitaria, que además tuvo en Cuba su cuota habitual de efectos sanitarios.
El resultado fue, como era esperable, duro: la economía cubana se desplomó un 11% y varias empresas extranjeras del rubro turístico abandonaron el país.
Los dos factores geopolíticos propios de la isla que están presentas en la ecuación son el ya conocido embargo y la ausencia de “patrocinadores”.
El primero, como es sabido, se endureció bajo Donald Trump.
El mismo paraliza la inversión, limita las remesas, reduce el otorgamiento de licencias a empresas turísticas, bancarias y aéreas para operar en Cuba.
En este contexto, su efecto es dramático. Adicionalmente, Cuba es desde 1959 una pieza geopolítica.
En algún momento, en la década del sesenta, fue un tablero central de la disputa mundial, como lo atestiguaron la “crisis de los misiles” y el rol que jugó en la lucha armada regional.
Hoy tiene un rol más devaluado en ese escenario.
Aun así, su política exterior continúa siendo un elemento clave a la hora de comprender la situación de la isla.
Y aquí hay un elemento adicional: Cuba siempre necesitó de patrocinadores que compensaran la baja productividad económica del país.
A la Unión Soviética le siguió, más cerca en el tiempo, Venezuela. Hoy Cuba carece de aliados extranjeros que le permitan apuntalar su delicada situación. .
Una situación económica frágil, el endurecimiento del embargo y la ausencia de aliados de peso, combinados con la pandemia fue demasiado para un régimen que desde la muerte de Fidel Castro carece de la legitimidad de origen que le daba la mística revolucionaria.
Hoy, en los sectores juveniles brilla por su ausencia el respeto a las figuras paternas de la gesta que sigue siendo tan respetada por buena parte de la izquierda latinoamericana.
¿Serán estas protestas el primer paso hacia un deshielo, como el que vivió Europa del Este en los tardíos ochenta? ¿Ha llegado “el fin de la historia” para Cuba? Difícil.
El régimen se mantiene unido y aún conserva los recursos coercitivos, cosa que había dejado de pasar en Europa luego de la desaparición del garrote soviético.
Asimismo, los países europeos poseían una estructura social más diversificada, con poderosos sectores obreros y sindicales.
Cuba no posee ese factor de poder en su sociedad civil.
No siempre las protestas amplias llevan a cambios. A menos que la protesta logre sostenerse en el tiempo y eso genere fisuras, el Gobierno posee las de ganar”.