El manual del buen kirchnerista sostiene que en años electorales se deben aplicar políticas de expansión del gasto para ganar los comicios, y así contar luego con margen de maniobra para ajustar y equilibrar las cuentas.
De esa forma se puede sostener también el siempre necesario respaldo del mercado y los financistas (los banqueros casi siempre han salido beneficiados por las políticas K y el gremio del sector es el sindicato que más respalda a Cristina Fernández) para seguir gobernando.
La coyuntura se amolda al tradicional manual kirchnerista de los años electorales, con retraso del dólar y tarifas públicas, reapertura de paritarias para que los aumentos salariales superen o emparden a la inflación, y suba del gasto social.
Alberto Fernández conoce esa melodía a la perfección, porque fue su ejecutor destacado entre 2003 y 2008, como jefe de Gabinete de Néstor Kirchner primero, y de Cristina Fernández después.
Claro que eran tiempos de vacas más gordas, ya que el ajuste lo había hecho Eduardo Duhalde tras la debacle de 2001 y los commodities como la soja alcanzaban niveles récords.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, parece sentirse cómodo con esta lógica kirchnerista de ejercer el poder, e incluso ha iniciado una etapa de suba de su perfil político, con incursiones en el interior del país para sumarse a la campaña del Frente de Todos.
Tiene la tranquilidad de que en la última semana de agosto la Argentina recibirá un respaldo de USD 4.350 millones por parte del FMI que le permitirá quedar más holgada en reservas, como para afrontar sin problemas los dos vencimientos fuertes que quedan con el organismo este año.
Guzmán oficializó la intención de retrasar el dólar cuando ratificó que el mayorista estará a 102,40 pesos en diciembre, apenas 10% por encima nivel actual.
Confirmó así la visión de los operadores del mercado de que no cabe esperar una suba mayor a 2% mensual en la cotización de la divisa en los próximos meses.
El gobierno mantiene un discurso de crítica firme al acuerdo alcanzado por el Fondo Monetario con Mauricio Macri, pero al mismo tiempo tiene claro que incumplir los pagos de deuda sería casi un suicidio para una economía que empieza a dar muestras firmes de recuperación tras los peores momentos de la pandemia.
Desde Economía creen que ya llegará el momento de encaminar por completo esa jugada desesperada que llevó a Mauricio Macri a pedirle un préstamo multimillonario al Fondo en el 2018.
“Ahora sí, no vuelven más”, le dijo en aquella oportunidad el entonces presidente norteamericano Donald Trump a Macri, cuando coincidieron en un encuentro internacional al mismo tiempo que se conocía el acuerdo con el FMI.
Trump creía que semejante respaldo de la comunidad internacional le permitiría a Macri seguir gobernando la Argentina.
Estaba muy equivocado. Macri perdió, Trump también, y el kirchnerismo volvió a mandar en la Argentina.
El plan reactivar para ganar
El Gobierno ha iniciado un operativo a gran escala para instalar la idea de que la Argentina empieza a dejar atrás la crisis agravada por la pandemia, y que arrancó la reactivación.
“La recuperación que está experimentando la Argentina no es un rebote sino el resultado de las políticas públicas que definimos antes y durante la pandemia”, sostuvo Guzmán, cada vez más cómodo en su rol de ministro en campaña.
“La pandemia empieza a quedar atrás y con ello vendrá la recuperación económica, productiva y social que tanto necesitamos”, dijo por su parte Matías Kulfas, su par de Desarrollo Productivo.
Ambos ministros actúan en sintonía y se respaldan, no sólo porque así lo indican los manuales de la buena gobernanza, sino por instinto de supervivencia.
Ya hubo intentos provenientes desde el Instituto Patria para limarlos políticamente, por ahora sin suerte.
No corrió la misma suerte Daniel Arroyo: los operativos del kirchnerismo para correrlo del Ministerio de Desarrollo Social rindieron frutos. Se va a Diputados.
La estrategia de mostrar una economía en franca recuperación empieza a ser acompañada por las cifras.
Y el Gobierno intenta consolidar la idea de que su modelo es el adecuado para revertir años de recesión, y sostiene incluso hubiese dado mejores resultados antes, de no haber sido por la pandemia.
“Argentina entre 2015 y 2019 fue el país que más se desindustrializó en el mundo. Cerraron 25.000 pymes, perdimos 150.000 puestos de trabajo industrial y los estamos recuperando en pandemia”, grafica Kulfas.