Esta semana hemos vivido una nueva novela política local. Esta vez el “Impuesto a las ganancias” fue el protagonista de las idas y vueltas de una dirigencia política que se posiciona cada vez en más lejos a las realidades y necesidades de la gente.
Mientras los desacuerdos iban y venían entre varios funcionarios oficialistas, finalmente se acordó subir el piso a partir del cual los empleados en relación de dependencia comienzan a pagar ganancias. Hasta lo anunciado en esta modificación, quienes estén ganando un salario que se encuentre por encima de los 225.937 pesos pagan ganancias. Este límite es siempre sobre el sueldo bruto, por lo que en términos de lo que recibe el trabajador esto implica que hoy son castigados con el impuesto todos aquellos que reciban en sus bolsillos más de 185.867 pesos. El nuevo valor anunciado que fija el nuevo límite para evitar pagar el impuesto es 280.792 pesos brutos de salario mensual (algo así como 233.000 netos cuando uno le descuenta los aportes del trabajador). Esto implica un aumento del 24% en los valores que oficial de límite y será aplicable a partir del 1 de Junio.
Es interesante analizar el anuncio hecho por Martín Guzmán, Sergio Massa y hasta la portavoz presidencial Gabriela Cerruti, en donde se los ve satisfechos por haber hecho una suerte de epopeya a favor de los trabajadores.
Este 24% de ajuste en el piso a partir del cual se empieza a pagar ganancias tiene algunos puntos que valen la pena destacar. Solo al 30 de Abril la inflación acumulada es del 23,1%. Si bien los números de Mayo aún no están sobre la mesa (lo estarán recién a mediados de Junio con la publicación mensual que realiza el INDEC) se espera que la inflación en el quinto mes del año haya estado al menos en el 5%, por lo que cuando los nuevos valores entren en vigencia el primer día del mes de Junio, estos habrán quedado viejos y superados ampliamente por la inflación. Si la política pretende no transformar las actualizaciones en el impuesto a las ganancias en un mero acto de populismo berreta debe buscar el mecanismo que permita que nunca estas escalas queden desfasadas con los niveles de inflación.
Es notorio también como muchos políticos explican que “el salario no es ganancia”. Al margen del error conceptual, más interesante aún es la soberbia con la que creen tener la facultad y la sabiduría para establecer unilateralmente cual es el monto a partir del cual el salario deja de ser tal y que a partir de allí el mismo es pasible de castigo impositivo. Incluso en los nuevos límites queda implícito que para la política el obtener una ganancia equivalente a unos 1.150 dólares mensuales uno comienza a gozar de cierto grado de riqueza que merece ser expropiado a través de impuestos por la picadora estatal. Esto es el 50% del sueldo mínimo de cualquier país desarrollado.
La única forma que un Gobierno tiene de pelear verdaderamente por el salario de los trabajadores no es haciendo populismo en sus discursos sino eliminando la inflación. Todo lo demás que puedan decir acerca de los esfuerzos que realizan por cuidar el salario del trabajador no será más que una nueva mentira populista que no servirá para otra cosa que no sea alimentar la maquinaria de nuestra politiquería tercermundista.
Por Manuel Adorni (NA)