Esta semana estuvo marcada por varios hechos que describen a la perfección a un Gobierno que no funciona.
Hay ocho provincias argentinas en las que no se consigue gasoil. En el resto de las provincias los problemas con el abastecimiento se multiplican y probablemente en algunas horas más el faltante se extienda al resto del país. El 90% de la economía argentina se mueve en camiones por lo que esto ha extendido el problema a la escasez de productos y a serios problemas comerciales. El desarrollo “normal” de la economía está teniendo serios inconvenientes.
En paralelo se festejaron los 100 años de YPF, la petrolera estatal creada en el año 1922 y estatizada (en el 51% de las acciones) hace exactamente una década. Este porcentaje se adquirió en el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner por unos 5.000 millones de dólares, cuando la empresa rozaba los 10.000 millones de dólares de valor de mercado. Una década después la empresa tiene un valor de 1.720 millones de dólares, una sexta parte de lo que valía en aquellos tiempos con el precio del barril de petróleo en 120 dólares.
A pesar de esto los festejos tuvieron de todo, incluso un pedido de la Vicepresidente de la Nación a Alberto Fernández: “Tenés que usar la lapicera”, casi una premonición sobre lo que vendría apenas 24 horas después con el pedido de renuncia al Ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, por haber filtrado un supuesto hecho de corrupción camporista que derivó en la adjudicación de una licitación al grupo Techint. Nuevamente la obra pública en tela de juicio.
En el medio de este desaguisado que ocurre en medio de una de las crisis políticas más profundas desde el regreso de la democracia, donde apenas uno puede suponer quién verdaderamente tiene el poder en la República Argentina, más de 300.000 chicos no asisten a los colegios de la provincia de Buenos Aires por que en dichas escuelas no hay posibilidad de disponer de calefacción que les permita a los chicos estudiar con cierta dignidad. Más allá de la discusión de si es necesario o no tener aulas calefaccionadas para que los chicos vayan a clases, resulta increíble que en el siglo XXI y con las escuelas que se han mantenido cerradas por más de un año por la cuarentena, la política no haya logrado resolver algo tan elemental como la infraestructura educativa. Si bien el sentimiento debería ser de vergüenza, lo cierto es que parece no haber responsables de este desastre.
Nadie sabe a ciencia cierta que viene de aquí en adelante en la Argentina. Lo cierto es que Matías Kulfas se va de un gobierno que no funciona y de una cartera que apenas ha dejado algunos tristes recuerdos como el paso de Roberto Feletti o Paula Español. De igual forma tenía una posición mucho más moderada con el sector privado de la que tiene el cristinismo mas duro. Si se va de sus funciones lo más moderado que se podía encontrar en el gobierno seguramente no serán mejores tiempos los que vengan.
Tal vez debamos dejar hablar de determinados funcionarios en particular y entender que tal vez es momento aceptar que no son los funcionarios que no funcionan, sino más bien todo un Gobierno que está absolutamente a la deriva y que ya no sabe cómo ocultar su insensatez.
Por Manuel Adorni