El populismo ha destruido a la Argentina

Cristina Kirchner archivo NA



“El discurso populista siempre es el mismo: intenta convencer a las masas que lo que habitualmente se debe obtener en el largo plazo y a base de esfuerzo, se puede tener hoy sin mas que una decisión política. “Donde hay una necesidad nace un derecho” ha sido sin dudas una de las frases que más ha dañado a la Argentina.

Hace algo mas de 20 años nos intentaron hacer creer que todos los problemas del país surgían del esquema de convertibilidad heredado de los 90. La política simplemente se encargó de derogar la Ley de Convertibilidad, estafar a ahorristas y dedicarse a emitir billetes (hasta ese momento el BCRA tenía prohibida aquella acción). Muchos creyeron que la riqueza simplemente se imprimía y que todos los problemas del país se solucionarían rápidamente. Se congelaron salarios y jubilaciones, se dejó de pagar la deuda externa y todo parecía fluir con un novedoso kirchnerismo que prometía terminar con las desigualdades, acabar con el “neoliberalismo” de la década de los 90 (esquema que hasta ese momento el matrimonio Kirchner siempre se ocupó de defender) y promover la defensa de los derechos humanos (cuestión solo ligada a más cajas políticas).

El irracional populismo solo puede sobrevivir a base de dos condiciones: disponer de recursos para poder consumirlos de manera salvaje y aislarse del mundo. Las dos cuestiones funcionaron a la perfección. Durante la “década ganada” nos alineamos con Cuba, Venezuela y China (luego se sumarían Rusia y Nicaragua) y cerramos nuestro comercio exterior entre cepos y restricciones. Luego se incrementaron los planes sociales en millones, se jubilaron 3 millones de personas sin aportes y se sumaron un millón y medio de empleados públicos. Las universidades públicas se multiplicaban (a pesar de que muchas de ellas prácticamente no tenían alumnos), las calles eran tomadas por los piqueteros que cada vez conseguían más recursos y las empresas públicas se engrandecían en empleados y recursos. No importaba, el populismo debía sobrevivir eternamente.

Se estafó a los ahorristas, no solo con la permanente destrucción del valor de la moneda sino con la estatización de los fondos de 3.600.000 de ahorristas que de manera permanente hacían sus aportes al sistema privado de jubilación, el cual muchos ya lo olvidaron pero resultaba una opción voluntaria. Además los jubilados que aportaron toda su vida con el correr del tiempo vieron sus haberes despedazados por la incorporación al sistema de millones de jubilados y pensionados que no tenían sus aportes y que comenzaron a cobrar de ANSES cada mes. Solo para ponerlo en referencia, las pensiones por discapacidad se incrementaron 22 veces.

Mientras el populismo repartía riquezas, el país se sumergía en una de sus crisis más profundas y comenzaba a transitar una de sus grietas más difíciles: la grieta moral. Esa que no entiende de méritos ni de sacrificios y que solo enfrenta a los que trabajan con los que solo pretenden vivir de la dádiva y la política.

El populismo no descansaba: se destruyó el sistema energético (y con el su superávit), se consumieron 150.000 millones de dólares obtenidos a través de las retenciones agropecuarias, se vaciaron las arcas del Banco Central y hasta se estatizaron parte de YPF y Aerolíneas Argentinas, solo para sostener un populismo destructivo.

Nada ha cambiado demasiado, simplemente seguimos -a pesar del paso de las décadas- apenas intentando sobrevivir sin hacer reformas estructurales, tal vez porque estas impliquen que todos tengamos derechos solo en base a nuestras obligaciones y esfuerzos para así poder lograr que todos podamos gozar de lo producido por nuestro trabajo y por nuestra iniciativa, sin tener que padecer que el populismo nos lo quite dándoselo a aquel que se cree con derecho de robarnos lo nuestro para poder seguir sobreviviendo debajo del paraguas populista”.

Escrito por Manuel Adorni

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