“Todo lo que ocurre lo está haciendo Cristina Kirchner. Todo se trata de salvar su relato así se hunda el país.
¿Salvar el relato para qué? Para despegarse del gobierno que gestó y ser a la vez su esperanza electoral. Para ser la oposición del oficialismo y, sobre todas las cosas, para pasarle la posta a su hijo Máximo, el heredero de la aristocracia plutócrata que la dinastía de los Kirchner construyó a pura corrupción.
Sostuve que luego de las elecciones, la Vicepresidente iba a ordenar hacer un ajuste, sin pagar ella y su hijo el costo político y tener en su Presidente Testimonial y en el ex presidente Mauricio Macri, por supuesto, los responsables de la crisis fenomenal que vive el país.
Tal como hizo Eduardo Duhalde en el 2002, realizó el trabajo sucio, para que una vez en el poder Néstor Kirchner cosechara los frutos de la brutal devaluación, por eso éstos diferentes tipos de cambios apuntan a sincerar el tipo de cambio con el dólar oficial a más de 200 pesos y ajustar las tarifas.
El ajuste y los recortes no son para cumplir el déficit con el FMI, ni para trabajar en el saneamiento de la economía y las finanzas públicas, sino para ganar tiempo y tomar aire de cara al 2023 y las elecciones presidenciales. Juntar para el festival gasto clientelar. Esa estrategia de la vicepresidente comenzó en las negociaciones y acuerdo con el FMI.
En aquel momento, sostuve por tal motivo, que no se debía votar el acuerdo en los términos planteados, explicando que el mismo era sólo una prórroga, que en dos años deberá tener una renegociación y reformulación.
Argumenté, que ese acuerdo saldría igual, porque el FMI lo había decidido y no hacía falta acompañamiento opositor, que todo “era una trampa de Cristina Kirchner que quería que al acuerdo lo vote Alberto Fernández y la oposición para salir a decir que ellos son los culpables y ella y su hijo Máximo, a quien hizo renunciar a la presidencia de la bancada de diputados, se opusieron y así hacer comenzar su relato de cara al 2023. Se repetía, en aquel debate, que de no acompañarse al gobierno se estaría a favor del default.
Explicamos que decirle que no a algo, no significaba decirle que si a lo opuesto. No habría default porque el gobierno podía llegar a un acuerdo igual de otra manera, pero fundamentalmente porque el FMI ya había decidido que eso no ocurriría.
Llegué a plantear que me “parecía incomprensible que la oposición estuviera más preocupada en arreglar esto con el gobierno, que el propio gobierno. No hacía falta para cerrar el entendimiento con el organismo ninguna votación del Congreso. Cristina la necesitaba y en las condiciones que explicamos, eso es otra cosa”.
Le dijimos al país, que post elecciones legislativas de 2021, la vicepresidente tomaría el timón total del Gobierno, que iba va a endurecer sus posiciones y agudizar las tendencias y redoblar la apuesta. No tiene otro camino que ir por todo para no ir presa.
Por eso, es importante no entrar en el colaboracionismo y las trampas del falso diálogo patriótico. Y adelantamos que los dos años de mandato que le quedan al Gobierno serán muy duros para nuestro país. Si fuera un partido de copa dijimos al gobierno le quedan los últimos 90 minutos, pero de visitante, por qué de local perdió 2 a 0.
Hasta planteamos, antes de las elecciones legislativas que, si de su resultado perdían el quórum en el congreso, iban a cerrar el congreso y trabajarían para intentar engordar sus bancadas con algún Borocotó.
Para darle una alternativa legal a esto que sabía vendría, propuse mediante proyecto presentado en la Cámara de Diputados en mayo de 2021, sin éxito, legislar como inhabilidad moral la conducta de cualquier legislador que, ingresando al parlamento como opositor, pase a ser oficialista o viceversa.
Ley anti tránsfugas la denomine. También sucedió y esta prevención política lo anticipaba.
Pablo Escobar, con su terrorismo despiadado, sometió a Colombia para no ir extraditado a los Estados Unidos, Cristina Kirchner tiene al país en vilo para doblegarlo y salvarse con su demolición institucional que garantice su impunidad y perpetuidad. La dicotomía política del país es: o hay Cristina o hay Argentina.
La vicepresidente, con Sergio Massa en Economía, armó un plan cerrojo con todos adentro y tiró la llave al mar. Hizo la “gran Perón”: “De ésta nos salvamos todos o no se salva nadie”. Lo eligió para que ponga la cara, asuma los costos y se desgaste.
Deja Vu “in aeternum” del método del kirchnerismo. Gobierna Cristina y es la oposición dentro del oficialismo también Cristina. No hay cuentapropistas de cara al 2023.
Deja correr la vicepresidente la idea de que “Massa gobierna”, porque convenientemente, eso mismo hará que éste sea el responsable de todo. Intenta la vicepresidente, salvar a Máximo para adelante, sacándolo a la cancha con un improvisado guión berreta, de falsa pureza ideológica y visión estratégica de pacotilla impostada.
Cristina, no va a poner su libertad en manos de Massa, a quien metió en la misma bolsa, para que no sea candidato en 2023.
El ex presidente de la Cámara de Diputados es Otálora. Aquel joven personaje del cuento “El muerto” de Jorge Luis Borges. Massa al igual que Otálora, por mezquindad, calculo vanidoso que sobreestima sus posibilidades y saberes, acepta un lugar para el que no tiene destino, creyendo se quedará con todo, sin comprender, que desde el principio lo han traicionado, que ha sido condenado a muerte, que le han permitido el mando y el triunfo, porque ya lo daban por muerto, porque para Cristina ya estaba muerto para el futuro.
La Vicepresidente se garantiza con esa jugada decidir quién será candidato en 2023 sin oposiciones. Y en el Kirchnerismo siempre es pingüina o pingüino.
Por eso, Cristina reflota a Máximo, que critica a los sindicalistas por pedir lugares en las listas y se abraza al hueso de insistir con la idea de mostrarse opositor a las políticas decididas por su madre y a las piezas en el ajedrez que ésta eligió a cada momento.
La Cámpora, que son los hijos de la corrupción, se aferra a los cargos como salvavidas en el Titanic de un gobierno terminado en el que nadie quiere poner la cara, cuyos responsables, los Fernández y Massa, sólo fabrican pobres y hacen que la única Empresa que funcione sea Ciccone S.A.
¿Si fuera cierto que La Cámpora son “los pibes de la liberación” que hacen atornillados en los sillones del ajuste massista y de la entrega al FMI? Todo cuento.
Como el cuento de Cristina, que se reunió, con el prófugo Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, para analizar la realidad de los pueblos latinoamericanos, que no es otra que el empobrecimiento, el avance del narcotráfico apañado y amparado, por sus populismos, y el éxodo de habitantes a lugares donde reina el imperialismo, que tanto dicen aborrecer; pero es donde vacacionan, se dan sus gustitos e invierten mediante su cadena de testaferros el producido de lo robado.
Hasta Sergio Berni, que trabaja una propuesta opositora en la Provincia en beneficio de Cristina, como opción mendaz y falsa alternativa, que se dice preocupado por el estado de la nación y la pobreza, se lo vio en la Sociedad Rural comprando vacas. Típico del Kirchnerismo el doble discurso. Las penas y las vaquitas se van por la misma senda. Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas.
Alberto Fernández siempre fue aspirante a pato rengo. Siempre dijimos que nunca asumió, nunca fue presidente. El Presidente estaba al mando como que Cristina es inocente.
Éste presidente testimonial, será recordado, como el que derribo el mito que el peronismo es el único que sabe gobernar. Será recordado. Claro que sí. Como el presidente más mentiroso e inmoral, que aceptó ser presidente sabiendo no iba a poder gobernar.
Para nosotros, esto que ocurre con el país es un desafío inmenso, porque tenemos que darle un plan de salida a los argentinos frente a lo que acontece.
Este va a ser el año donde el kirchnerismo va a sacar de los cajones las acciones de demolición institucional más tremendas que tenemos que resistir, las cuales durante la pandemia tuvieron complicaciones para concretarlas. Hay que tener cuidado con
las trampas electorales en la Provincia de Buenos Aires.
Lo que está ocurriendo en el país es anormal, peligroso y ruinoso. Es una tarea enorme la que tiene la política, porque el cambio es desde la política.
Hay un sector que se acostumbró a vivir sin trabajar, el gobierno hace que cada vez más argentinos mantengan a los que no trabajan y a la par castigan a la producción.
La crisis de Cristina es porque al manual para corruptos progres le faltaron dos capítulos que la Vicepresidente no pudo con ellos.
La construcción de la épica a la bolivariana de expoliación a sectores productivos y especialmente al campo. Y cómo reemplazar cajeros, después de José López y Julio De Vido se extinguió esa especie. Por eso se encumbro a Massa. Cristina no tolera que teniendo el poder no pueda evitar tener que rendir cuentas.
Como Alfredo Yabrán cree que el poder es impunidad. Vivimos las consecuencias del plan valija, de la década enterrada, las cadenas de testaferros y el método del kirchnerismo de organizar el estado para delinquir.
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En 2017 Cristina buscó fueros. En 2019 creyó que instalando su Presidente testimonial escaparía de la Justicia para siempre.
Está acorralada, armó un plan cerrojo con todos adentro y busca con Carlos Zannini las alternativas de supervivencia. Hay poder de fuego negativo y capacidad de daño.
El kirchnerismo vino a legitimar el mercantilismo político, que ya existía, pero los Kirchner lo condimentaron con una falsa moralina hipócrita del gran relato.
El menemismo quizás tenía las mismas prácticas, pero era confiable para el mercado, porque lo hacia dentro de las reglas tolerables del capitalismo internacional predominante.
Vivimos en un país, que, al decir de Octavio Paz, quiere inmortalizar el ogro filantrópico. Un método de vida, más que una estructura de poder.
El peronismo abducido y rendido al kirchnerismo pretende seguir administrando y humanizando la pobreza sin cambiar la condición de pobres de los argentinos. Todo bajo un manto de bondad y ternura filantrópica, en nombre y al servicio de los pobres.
En 2023 nos jugamos la Argentina. Se trata de salvar y rescatar el país o perderlo”.
Opinión por Álvaro de Lamadrid es un ex diputado nacional de Juntos por el Cambio.